viernes, 22 de marzo de 2013

¿Qué realidad tiene lo que no es real (pero lo parece)?



Supongamos que la filosofía más parmenídea y platónica está en lo cierto. Lo real es absoluta Unidad, sin rastro ya de extensión ni de cambio. Una pregunta obvia es entonces: ¿y qué pasa con “este mundo” que veo y que parece a todas luces plural, extenso, corpóreo, cambiante, temporal...?

Una respuesta típica de este tipo de filosofías monistas es que “este mundo” es mera apariencia, una creencia errónea, un sueño o ilusión (una creación mágica o “mâyâ”, como se dice en el advaita vedânta, una antiquísima escuela de filosofía hindú).
Y este mundo es una creencia errónea no sólo porque las ideas de espacio y tiempo (de pluralidad, extensión, cambio, etc.), sean lógicamente inconcebibles (como se expuso en entradas anteriores), sino porque es igualmente erróneo que veamos nada así. Más bien parece que lo vemos. Nuestra experiencia sensible es pura ilusión. ¿O hay alguien por ahí que reconozca haber visto el espacio o el tiempo?

Ahora bien supuesto que el mundo que nos parece ver es ilusión, ¿no es REAL esta ilusión como tal ilusión? Si así fuera, el monismo sería falso: la absoluta unidad tendría que compartir realidad con eso que llamamos ilusión o apariencia. ¿Puede escapar el monismo a esta objeción? Veamos (quiero decir, pensemos).

¿Qué realidad tiene la apariencia? El monista replica: realmente, ninguna. Lo aparente es lo que “parece ser”, no “lo que es”. ¿Y esta apariencia de ser no es de algún modo? Sí, repite el monista: es de modo aparente, es aparentemente apariencia. Y así hasta... La apariencia es siempre apariencia de ser, luego nunca es de verdad. Desde la perspectiva de un conocimiento perfecto (y absolutamente verdadero) la apariencia, el error, no existen. ¿Pero entonces existe el conocimiento imperfecto y erróneo? ¿Existen distintas perspectivas (una perfecta y otras imperfectas)?... La respuesta del monista es idéntica: realmente, no. Desde la única perspectiva absolutamente verdadera, toda perspectiva diferente no existe, salvo como parte de la única (como verdad parcial)… ¿Entonces existe la parcialidad? ¿Cómo va a haber partes en lo único?...Parece que el monista tuviera que aceptar que la apariencia, el error, lo parcial, es y no es. Es decir: es contradictorio, que es la manera de ser de lo imposible. Pero entonces lo imposible (lo contradictorio) es…

Sí y no (remata el monista). Lo imposible no es en sí mismo nada, sólo es en cuanto participa de lo posible. Del mismo modo, la apariencia sólo es en cuanto apariencia de lo real; y lo falso en cuanto participa de la verdad (en cuento es verdaderamente falso), etc.… En conclusión: la nada (lo imposible, la apariencia, lo falso, lo parcial…) es infinitamente relativa, porque, por supuesto, no puede ser ni siquiera absolutamente nada.

¿Es esto una solución aceptable? ¿O es un truco del monista para escabullirse de esta objeción?

martes, 19 de marzo de 2013

Todos para Uno y Uno para todos. El monismo trascendentalista.


Toda realidad es forma, estructura. La pura materia como receptáculo o posibilidad de la forma (la “materia prima” aristotélica; la “energía” de los físicos) es inconcebible, pues ¿qué sería esa materia en sí, antes de recibir forma? No podría ser nada (no tendría “forma” de nada).
Si la materia en sí no es nada, la realidad no es una síntesis entre forma y materia (estructura y “relleno”, lo matemático y lo físico…), pues si la materia es nada, en nada puede contribuir a esa síntesis. Todo es forma (todo es estructura, todo es matemático…), como ya decían los pitagóricos, y algunos científicos actuales (como el que aparece en el siguiente video):


 Como se dice en el video: “(…) en el nivel más profundo de la realidad, nada es sólido, solo hay información, números adheridos a un conjunto de reglas que aún no entendemos (…). La única propiedad que tiene un electrón es un montón de números, los físicos tenemos nombres para ellos como espín o carga, pero en realidad son sólo números…”

Así que todo es forma (o fórmula). Pero esto también significa que todo lo real es codificable o traducible a información, es decir, explicable; o tal como decían algunos filósofos (pasados de moda): que “todo es racional”, que “ser y pensar son lo mismo”…Así pues, todo, además de forma, es una idea pensable.

¿Pero cuantas formas o ideas hay? Muchas, una por cada cosa o ser (pues las formas no son algo abstracto o general que luego se individualizan al materializarse –como la forma “ser humano” que al unirse a la materia daría lugar a Juan Pérez, Antonio García, etc.— ; si no hay materia, que no la hay, entonces Juan Pérez, Antonio García y todas las demás cosas individuales son también formas).

Ahora bien, si todo es forma: ¿cómo puede haber tantas formas distintas? ¿Qué las distinguiría unas de otras? ¿Otras formas? Esto no puede ser (es como si dijéramos que “todo es agua” y luego mantuviéramos que hay distintos tipos de agua: ¿Cómo distinguir o separar el agua del agua si todo es agua? ¿Con agua? Imposible).

Ahora bien, ¿son realmente muchas las formas o ideas? Observamos que las formas o ideas no constituyen un montón desordenado, sino un todo jerarquizado en el que las formas o ideas más fundamentales incluyen o comprenden a las menos fundamentales (tal como la forma o idea de “uno” incluye o comprende a la forma o idea de dos –“dos” no puede ser sin “uno”, pero “uno” sí puede ser sin “dos”—, o la forma o idea de Juan Pérez incluye a la forma o idea de su brazo o la de su primera comunión). Ahora: cuando una forma o idea incluye o comprende perfectamente a otra, esta segunda no puede ser realmente distinta de la primera. En eso consiste incluir o comprender: en unir (en descubrir como idéntico lo aparentemente distinto). Si yo, por ejemplo, comprendo perfectamente a alguien, lo hago parte de mí, lo convierto en una idea mía (o en una parte de mis ideas), lo hago lo mismo que yo. Así, desde la hipotética perspectiva de un conocimiento absoluto y perfecto solo podría haber una única forma o idea perfecta que incluyese o comprendiese a todas las demás, tan perfectamente que desapareciese la supuesta diferencia entre ellas… En conclusión: si todo es forma o idea, no puede haber (desde la perspectiva de un conocimiento perfecto) más de una forma o idea (es como decir: si todo es matemático, si llegáramos a un conocimiento matemático absoluto nos encontraríamos con una sola fórmula que incluyese o comprendiese a todas las demás –de hecho, esa única fórmula o ley final es el sueño confeso de la ciencia—).
 
Ahora: si no hay más que una forma o idea, ella no podrá ser forma o idea más que de sí misma, de manera que la idea que comprende a todas las demás es la idea de la idea, la forma de forma (el “ser que es”, diría el filósofo Parménides). Pero es que, además, esta idea estará tan absolutamente referida a sí misma, será tan transparente a su referencia, que se acabe por anular esa misma relación, y ésta se convierta en expresión de absoluta identidad. Así, la expresión de “idea de la idea” podríamos reducirla a “idea = idea” (o “forma de la forma” a “forma = forma”). Basta eliminar los miembros repetidos de la igualdad (que, por demás, representan una contradicción: lo mismo no puede estar en dos lugares a la vez) para quedarnos con la pura identidad (=). Así, para los filósofos más monistas y trascendentalistas, la realidad, el ser, es la Identidad misma, o como dicen a veces estos filósofos: lo Uno. No existe más que Uno.



¿Raro, eh? Pues a ver qué pega lógica le encontráis a esta lo(gi)ca teoría…

lunes, 18 de marzo de 2013

Uno y uno no pueden ser dos. Los problemas del dualismo.


Hay  gente muy extraña (aunque sean casi todos) que piensan que no todo puede conocerse pensando, es decir: que algunas cosas hay que verlas (o experimentarlas con los sentidos) para saber cómo son. Ya sabéis: que los ciegos (de nacimiento) no pueden saber lo que es el color azul, por mucho que tú se lo expliques (porque hay cosas, claro, que no tienen explicación, aunque, aún así, uno sepa muy bien lo que son). 
En otras palabras, hay gente que cree que hay dos formas distintas de conocer: de un lado, la razón (las ideas, las matemáticas...), y del otro, los sentidos (los experimentos, las ciencias empíricas...). Estos mismos creen, en consecuencia, que hay DOS CLASES DE REALIDAD: la que se piensa y la que se ve, la que se concibe con fórmulas y la que se experimenta con los sentidos, la FORMA o estructura de las cosas (esa que es fija en el tiempo, incorpórea e indivisible), y la MATERIA de las cosas (esa que cambia en el tiempo y que ocupa espacio). A los que creen esto se les llama DUALISTAS. 
Naturalmente, hay dos tipos de dualismo. Aquél que considera que lo más fundamentalmente real es la forma o estructura de las cosas (pero que éstas no son plenamente reales sin ese “relleno” inexplicable -solo visible- que es la materia). Y aquél otro que afirma que lo más real es la materia (pero que esta no puede ser nada, ni se la puede conocer, sin una estructura que le de forma –una forma que emerge inexplicablemente de la materia--). Pero en ambos casos, el dualismo (sea "inmanentista" o "trascendentalista") presenta los mismos problemas:

  1. ¿Cómo puede haber dos realidades diferentes? La diferencia entre ellas no podría ser real (pues entonces no podría diferenciarlas, igual que algo rojo no puede diferenciar dos tonos de rojo diferentes). El mismo dualista se contradice, sin querer, cuando dice que, en realidad (es decir en la única realidad que cabe concebir) hay dos realidades... Dicho más abstractamente: el dos es imposible, pues uno y uno son la misma cosa (y no dos).
  2. Suponiendo que hubiera dos realidades distintas, ¿cómo podrían relacionarse entre sí? ¿Cómo lo que es temporal y corpóreo (lo material) puede relacionarse con lo que no cambia en el tiempo ni ocupa espacio (lo formal)? ¿Qué diablos tienen que ver un tío haciendo footing con las leyes del movimiento? ¿Qué tienen en común una explosión atómica y una ecuación? Diríase que nada. Pero, entonces, ¿cómo pueden relacionarse realidades que no tienen nada en común?
  3.  Los problemas no son menos si el conocimiento tiene (como afirma el dualista) dos vías irreducibles la una a la otra (la experiencia y el razonamiento), pues ¿cómo reconocemos esa distinción -con la experiencia o con la razón-? ¿Y cómo es que las dos vías proporcionan igualmente conocimiento siendo tan distintas? ¿Pueden, de hecho, separarse (por ejemplo: podemos experimentar con los sentidos algo de lo que no tengamos, previamente, la idea en el pensamiento)?
  4. Todo dualismo ha de suponer que la realidad es, en parte (la parte de la materia), inexplicable por la razón (a lo sumo es experimentable por los sentidos). Es decir, que parte de la realidad no podemos reducirla a idea o concepto (tan solo a “visión” intraducible a un ciego). Esto significa múltiples problemas: si la realidad es en parte racional y en parte no, ¿qué de racional -o de irracional- tiene esa distinción? Si la distinción es racional, todo es racional (si comprendemos qué es lo supuestamente incomprensible, nada hay realmente incomprensible). Si no es racional la distinción, nada es racional. Así que, no es posible que  la realidad sea en parte racional y en parte no.
  5. Podemos decir lo anterior de otro modo: en la medida en que el dualista admite comprender que hay dos realidades, lo comprende con una misma lógica (con una misma mente, la suya). Luego, lógicamente, no hay diferencia ninguna entre estas dos realidades (todas sus diferencias, si las hubiera, serían ilógicas, o a-lógicas). 
AHORA: ¿ES POSIBLE SEGUIR SIENDO DUALISTA? ¿QUÉ NOS QUEDA ENTONCES? ¿TIENE SOLUCIÓN EL PROBLEMA DE LA REALIDAD...?

miércoles, 13 de marzo de 2013

La extraña idea de la existencia de las ideas.



¿Qué es MÁS FUNDAMENTAL: la MATERIA o la FORMA, el “relleno” de las cosas, o la “estructura” que las define? Imaginemos, por ejemplo, la Giralda de Sevilla. ¿Qué es más fundamental para que ella exista: su materia (la piedra de que está hecha) o su forma? Si mañana un terremoto acabara con ella, ¿qué sería “más giralda” (o se parecería más a ella), el montón de piedras que quedaría sobre el suelo (su materia sin la forma), o el plano del arquitecto que se conserva en el museo (su forma sin la materia)?.. Pensemos en un ejemplo más complejo. ¿Con qué nos identificamos más nosotros mismos: con la materialidad de nuestro cuerpo o con nuestra forma de ser? Es obvio que la materia no nos distingue de ninguna otra persona o cosa, estamos hechos de lo mismo (las mismas partículas, fuerzas, etc.) que cualquier otro ser. Lo que nos distingue e identifica es nuestra forma de ser o comportarnos (y si nuestra materia cambiara –por ejemplo, si nos cambiaran cada uno de nuestros órganos físicos por otros mediante trasplantes, o incluso por algún tipo de aparato- seguiríamos siendo quienes somos mientras mantuviéramos nuestra forma de ser, ¿o no?).

¿Es entonces más fundamental la forma o estructura de las cosas que su materialidad? Parece que sí. Pero algunos filósofos van aún más lejos y afirman que incluso la materia no es otra cosa que forma. ¿Pues qué es la madera o el agua sino una forma de componerse sus átomos? ¿Y qué es un átomo sino una cierta configuración de partículas? ¿Y qué es una partícula sino cierta forma de comportarse perfectamente descrita, además, mediante fórmulas matemáticas?... No hay materia sin forma. Es más, para algunos filósofos y científicos, no hay, en el fondo, más que formas (expresables en fórmulas). “Todo es número”, decían los antiguos pitagóricos. “Todo es matemáticas”, dicen algunos físicos actuales (y decir que “todo es matemáticas” va mucho más allá que decir que “todo es describible por las matemáticas” – de hecho, si esta última frase es cierta, y TODO es describible por las matemáticas, entonces no hay más remedio lógico que concluir que TODO es de la misma naturaleza que las matemáticas-).

No hay materia sin forma (incluso podríamos decir que la materia no es, en el fondo, otra cosa que forma). ¿Pero puede haber forma sin materia? ¿Qué materia tiene, por ejemplo, la Giralda tal como la concibió el arquitecto antes de realizarla? Alguien podría decir que esa Giralda concebida existía en la “materia” del cerebro o la mente del que la imaginaba. Pero, ¿cómo? La mente consiste en procesos o sucesos en el tiempo (pensar, imaginar...son acciones en el tiempo). ¿Serían también las formas procesos en el tiempo? No puede ser: las formas son, justamente, lo que DA estructura al tiempo, luego no pueden ser ellas mismas tiempo... Pero lo más raro de todo es la conclusión a la que nos lleva todo esto: si la Giralda, como forma, no es un producto de la mente, entonces la Giralda formal tendría que existir antes e independientemente de que ninguna mente la concibiera... ¡Extraño, eh!...O no tanto. Pensemos en otras cosas, también muy formales, como el dos o como E=mc(2); ¿existían tales cosas antes de que hubiera cerebros lo suficientemente evolucionados como para comprenderlo y nombrarlo? ¿Es que dos átomos no eran dos átomos antes de que existieran seres inteligentes para darse cuenta y darle nombre?...  Algunos filósofos han concebido (¿o descubierto?) la extraña idea de que realidades como el dos y otras por el estilo no solo son independientes de la materia (¿es algo en algún sentido material el dos?), sino también de las mentes capaces de concebirlo. Han pensado, en suma, que son FORMAS PURAS o IDEAS (distinguiendo muy bien entre lo que es una idea y lo que es un pensamiento o concepto, que es nuestra forma de capturar ideas). Algunos, aún más ló(gi)cos, han llegado a pensar que también la Giralda, o Tú mismo, lector, o cualquier otro ser, no es, en el fondo, más que una idea o forma pura, independiente de su momentánea materialización en este mundo.

A estos últimos filósofos hiperló(gi)cos también se les llama, por cierto, platónicos…

¿Será cierto esto que dicen?

domingo, 10 de marzo de 2013

Razones para creer en el "más allá". El trascendentalismo.


Para muchos cavernícolas no hay otra realidad que esta que ven (o que creen que ven, o que creen que creen que ven, o...). Se trata del misterioso "más acá". Los que creen tamaña cosa (prácticamente todo el mundo, científicos y buena parte de los filósofos incluidos) afirman que la realidad consiste en el conjunto de las cosas y procesos físicos y psíquicos observables (si es que los psíquicos no son también eventos físicos reducibles, todos ellos, al funcionamiento del cerebro). No hay más que eso: el universo. La caverna del mundo que observamos (y la caverna interior, la de la mente, si es que no son una y la misma). Ahora bien: ¿Será esto cierto? ¿Cómo no ha de serlo? Pensemos. 

Supongamos que existen las cosas del "más acá". Todas ellas están en el espacio y el tiempo (esa es la definición de "más acá": lo que está en algún aquí y ocurre durante algún ahora). Ahora bien: para que estas cosas (o procesos, o eventos, o lo que sea) sean cosas (o procesos, eventos, o lo que sea) han de poseer cierta unidad e identidad. Es lógico. Han de ser una cosa (sean la que sean: una lombriz, un girasol, un átomo), y han de ser idénticas a sí mismas, e identificables como tales, como lo que son. ¿Quién se atrevería a discutir esto? Pero es ahora cuando aparecen los problemas. 


Para poder ser lo que son (para tener unidad e identidad) las cosas necesitan un cierto límite (digamos, espacial) y una cierta permanencia o constancia en el tiempo. Necesitan, por decirlo así, de una especie de "estructura" que resalte su identidad sobre el espacio y que resista durante un cierto tiempo al paso del tiempo. Y ahora viene lo más extraño. Dado que esta "estructura" (o "esencia", o "forma" como dicen a veces los filósofos) ha de DISTINGUIR a la cosa del espacio y el tiempo, dicha estructura ha de ser ella misma DISTINTA del espacio y el tiempo, es decir: incorpórea e intemporal. Pensad que si esta estructura fuese ella misma espacio temporal, necesitaría tanto como las cosas de algo (otra estructura) que las delimitase y fijase en el espacio y el tiempo. Y así una y otra vez, hasta el infinito...


Atención, pregunta: ¿En qué consiste esta estrafalaria “cosa” (estructura, esencia, forma...) ajena al espacio y al tiempo? ¿Dónde está? ¿En qué sentido ocurre? Fijaos que no puede estar en ningún sitio (pues carece de espacio), ni puede ocurrir en ningún momento (pues carece de tiempo)… ¿Entonces?...

Algunos filósofos han pretendido demostrar que esta extraña “estructura” no es más que una suerte de “regularidad” en el comportamiento de las cosas físicas. Pero una “regularidad” consiste en una misma manera de suceder de algo, y esa misma manera, ¿qué es sino un “patrón” o estructura sobresaliente al tiempo y destacable en el espacio?.. Otros han querido pensar que tales estructuras no son sino conceptos producidos por la mente. ¿Pero como la mente, que es un conjunto de procesos temporales, podría crear algo tan diferente de sí misma –es decir: algo tan absolutamente carente de temporalidad— como son estas extrañas  "estructuras"? Imposible. Esto ha conducido a otros tantos filósofos a reconocer que EXISTE EL “MÁS ALLÁ”, es decir, que esas “estructuras” (esencias, formas, Ideas...) existen más allá de las realidades espacio temporales. Y que tales formas son las que prestan identidad al resto de las cosas, y también las que permiten conocerlas (formalizarlas con conceptos, describirlas mediante leyes y fórmulas)… Y que incluso si no existieran cosas físicas o psíquicas a las que dar estructura o forma, dichas estructuras (esencias, formas o ideas) continuarían existiendo igual, en ese más allá al que pertenecen (Pues: ¿cómo podría afectarle que el mundo del "más acá" existiera o dejara de existir?). ¿Raro, eh? ¿Pero podemos reprochar algo a todos estos argumentos?



A estos filósofos, por cierto, que admiten la realidad independiente de estas estructuras o formas, podemos denominarlos, en general, trascendentalistas, pues trascendente es la condición de todo aquello que no pertenece al dominio del espacio y el tiempo.

viernes, 1 de marzo de 2013

¿Tienen alma las piedras? El panpsiquismo o hilozoísmo.



Decían antiguos sabios que el alma (Psique) era una especie de ENERGÍA QUE ANIMABA A LAS COSAS, dotándolas de movimiento y DIRIGIÉNDOLAS A UN FIN: ser ellas mismas lo más perfectamente posible.

El alma era así como una fuerza o DESEO AMOROSO (Eros) pues, según decían, las cosas se mueven por el deseo de unión con aquello que les falta para ser perfectas. ¡Y eso es el amor¡ ¿O no?

¿Pero cómo se puede desear lo perfecto sin tener una cierta "idea" de la perfección? El alma no sólo sería un deseo de lo mejor, sino también un cierto CONOCIMIENTO DE LO MEJOR...

Los viejos mitos religiosos decían que las almas eran seres divinos que por algún motivo (no muy claro, la verdad) "cayeron" a la Tierra encarnándose en los cuerpos, en los que están como prisioneras. Cuando esas almas empiezan a recordar de dónde vienen se sienten "fuera de sí", inquietas, e intentan lograr la perfección que como seres divinos les corresponde. Y esa inquietud o deseo es lo que caracteriza a las cosas...

Toda cosa consiste, pues, en un tipo de actividad dirigida por un fin o ideal de plenitud. Las cosas son un deseo de ser lo mejor posibles. Y ESE DESEO Y ESE IDEAL ES SU ALMA.

A la teoría que afirma que TODAS LAS COSAS TIENEN ALMA se le conoce como HILOZOÍSMO o PANSIQUISMO. Más filosóficamente, esta teoría viene a decir que TODAS LAS COSAS TIENEN FORMA. Es decir, que cada cosa se caracteriza por su forma de moverse o comportarse en orden a un fin. Esta forma de ser es lo que da identidad a las cosas y lo que permite explicarlas. ¿Pero en qué consiste esta forma o “alma” y de qué manera está en las cosas?

Pensemos en un objeto sencillo, como una piedra. Como diría un físico, cada partícula suya está incesantemente moviéndose. Pero este movimiento no es azaroso, más bien parece dirigirse a un fin: lograr que la piedra sea ella misma lo más perfectamente posible. El movimiento ordenado de sus átomos es la estructura de la piedra, su forma o identidad. Pero dicho movimiento no sólo está dirigido a la permanencia de la piedra (resistiendo al tiempo y a los factores que las desgastan); está, a su vez, orientado por un fin o ideal modélico (las leyes de la física) al que el comportamiento de la piedra tiende a ajustarse. Podríamos decir, incluso, que la actividad de la piedra expresa la forma más básica del amor: el amor de un cuerpo por sí mismo...



Veamos ahora el caso de un ser vivo, un animal, por ejemplo. El movimiento del animal es más complejo, pero se dirige al mismo fin que la piedra: mantener y perfeccionar su ser. Además de mantener la estructura corporal (autorregulación), el animal se mueve para duplicarla y mejorarla mediante la reproducción. Toda esta actividad está gobernada por un ideal o modelo (descrito por las leyes biológicas). El amor animal es el deseo de unión con lo que le mantiene y acrecienta (el alimento, etc.) y con lo que le permite permanecer y perfeccionarse a través de su descendencia (mediante la unión sexual con otros, por ejemplo)...

El caso del hombre es mucho más complicado, pero en esencia es lo mismo. El humano se mueve para realizarse plenamente como ser humano, según el ideal que representan sus principios morales (su ideal o modelo de persona). Para ello, más allá del amor corporal (autorregulación y reproducción), busca la unión con otras “almas” a través de proyectos comunes y, sobre todo, de la comunicación y las ideas compartidas. La identidad y perfección de lo humano está en la actividad cultural y las ideas, en la mente más que en el cuerpo. Según Platón, el hombre logra permanecer (venciendo al tiempo) y perfeccionarse en el contacto con lo eterno de las ideas. Este contacto es el conocimiento. Por ello, la actividad más propia del ser humano es el amor por el saber: la filosofía…